Señores, me gustan los toros. Ya lo se, a unos les parecerá muy bien y a otros muy mal, pero como soy mayor hay cosas que no discuto: A mí, me gustan. Y no pretendo que sea algo lógico ni racional; son tripas, simplemente disfruto. Esto debe ser como la fe, se puede racionalizar, pero finalmente por más que te tortures con explicaciones, o la tienes o no la tienes.
Pues bien, dentro de esta extraña pasión, para mí existen «hitos» que espero y repito cada año, conjuntamente con el primer partido de liga, la lotería de Navidad en la radio, la procesión del Carmen, el paso de la Legión el día de las Fuerzas Armadas o en este caso, los encierros de Pamplona.
Cada mañana de San Fermín me organizo para poder ver el encierro en directo, sea poniendo el despertador aunque no me tenga que levantar, sea organizando la mañana para que me de tiempo con calma a ver el proceso previo, el encierro y las posteriores repeticiones.
En mi caso la emoción del encierro es indirectamente proporcional al número de heridos, payasos vestidos de todo tipo de gilipolleces, muchedumbres que imposibilitan las carreras, turistas que quieren hacerse una foto con un toro o como este año, muertes en directo.
Pero lejos de comentar o juzgar el porqué ha muerto gente este año o cualquier otro, que esto nos puede dar para otro post que acabaría en lugares comunes; me ha impresionado terriblemente la falta de dignidad, de ética, ya no se ni como describirlo, generalizada:
¿Qué hacía la foto de este pobre chico en la portada de todos los periódicos?
¿Qué tiene de información un primer plano de un moribundo descerrajado por un toro?
¿Dónde quedó el respeto? ¿Es la muerte en directo un espectáculo de masas?
Quisiera ponerme en la piel de los protagonistas:
– La víctima
Voluntariamente acudió al encierro, conocedor de los riesgos los asumió con mala suerte porque la parca ya había señalado el día como suyo. ¿Le hubiese gustado verse en la portada de casi toda la prensa nacional muriendo? ¿Son suyos los derechos de copyright?
– La familia
Tu hijo ha muerto. De un momento para otro. En una fiesta. A las 7:55 en un SMS te decía que estaba ya calentando ¿Quieres ver como agoniza, grabar para siempre en tu memoria su cuerpo roto con su cara aún consciente de lo que está pasando?
– El lector
Quizás compraste tu periódico de todos los días sin siquiera saber si la foto era el producto de una bomba iraquí más o de un chaval de Alcalá muriendo. Por terrible que parezca y aunque el resultado es el mismo, no tiene el mismo impacto, por eso no nos ponen todos los días los cuerpos de la guerra agonizando. ¿Te cabreaste pensando en el daño que provocaba la foto o seguiste leyendo sin pensar? ¿Te has sentido informado alguna vez viendo los pantalones meados de los ahorcados?
– El editor
O quien carajo decida la foto de portada. Tenías x fotos, y elegiste sin duda la más impactante. ¿Para qué? ¿Cuál era el objetivo? Por supuesto la movilización de conciencias no cuenta por poco creíble. ¿Vendiste más ejemplares ese día? Lo dudo, porque las televisiones también se dedicaron a repetir la jugada todo el día anterior. ¿Qué has conseguido llenando la portada de sangre? ¿Dónde está la noticia?
Yo sólo puedo recordar la cogida de unas horas más tarde, en este caso sin muertos. El toro desnuda a una persona con la que se había encelado después de zarandearlo como un muñeco una y otra vez. El hombre sabía que se moría y ¿sabéis que hacía en ese último minuto? Taparse los genitales. Taparse las vergüenzas hasta en el momento de la muerte.
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